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Menos de un año


Por Salvador Carrillo.

El fin de semana activó la cuenta regresiva del fin del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, a pesar del adelantado y precipitado proceso electoral emprendido por las fuerzas políticas, el ambiente y dinámica del gobierno federal se antoja ya como de cierres, pero, sobre todo, por la insistente necesidad de impulsar una narrativa en torno al legado del llamado “movimiento” y la consolidación de una cuarta transformación de la vida pública de México.
Lo ha señalado en varias ocasiones como si fuera necesario remarcarlo, se retirará de la vida pública ya que no hay reelección inmediata en México, se dedicará a supervisar las obras de su proyecto insignia, el Tren Maya y ya entregó el mando del movimiento para que su sucesora lo continúe, montando una no tan sutil narrativa de que las elecciones son ya un trámite plebiscitario. Desde el inicio del sexenio se presentaron textos sobre los efectos de sus programas de gobierno entre la que destacan “La regresión educativa” de Gilberto Guevara Niebla, “Los De Adelante Corren Mucho” de Carlos Elizondo Mayer-Serra, “Balance temprano” coordinado por José Woldenberg e incluso “A La Mitad Del Camino” del propio Andrés Manuel López Obrador. En todas estas obras he encontrado como punto común la diferencia de los programas de gobierno con administraciones anteriores que son señaladas como un cambio en la forma de gobernar, pero también las similitudes con lo que ya existía. Apuntando a una continuidad en el modelo neoliberal de que no se separan muchas cosas.
No sé si es posible hacer un balance del gobierno cuando está en marcha aunque el discurso sea que está a punto de bajar la cortina, eso también puede ser perjudicial, pero los efectos de las acciones de gobierno en materia de seguridad pública han afectado claramente la situación recrudeciendo una espiral de violencia donde paradójicamente las fuerzas armadas, impulsadas por un gobierno de izquierda, fueron beneficiadas para hacer labores de seguridad, en detrimento de las fuerzas civiles. Destacan los programas sociales, el puntero de las acciones del gobierno obradorista que han mostrado ser efectivas para la reducción de la pobreza, como lo ha señalado el Coneval, que forma parte de ese catálogo de órganos constitucionales autónomos tan incómodos para el gobierno federal. Dichos programas, elevados a un rango constitucional, para sorpresa de mucho y beneplácito de otros, ya absorben una buena parte del Presupuesto de Egresos de la Federación y serán determinantes para decidir si México sigue contratando una deuda que ha aumentado y ha sido ocultada, a veces con éxito entre la población.
Estamos a menos de un año de que el gobierno actual termine y nos enfrentaremos a un proceso electoral cuyo principal punto sea desmontar o fortalecer el proyecto de gobierno actual. El primero se antoja complicado y de ser viable tomará demasiado tiempo para lograrlo y aún así no se garantiza su éxito, el segundo apuesta por el que creo es el principal legado del presidente en el sistema político mexicano contemporáneo, la capacidad de crear e imponer una nueva narrativa en que la ley es un accesorio de la justicia, en que el neoliberalismo se ataca con transferencias directas y desmantelamiento de programas y la concentración del poder y la conformación de las mayorías, artificiales o no, son verdaderamente ejemplos de democracia real y efectiva. Pero la principal narrativa es la implantación de un discurso orientado a consolidar y legitimar una nueva hegemonía política donde un partido político domine nuevamente el escenario nacional y haga posible una continuidad por décadas. El propio presidente ha apuntado que dejó cimentadas las bases de lo que llama la Cuarta Transformación y el principal instrumento del poder y el gobierno son las palabras cargadas de simbolismo y fatalismo. Atacar la Cuarta Transformación ya es una concesión de que esta es inevitable y ha sido el principal triunfo de un presidente que aspira a pasar a la Historia como un nuevo reformador y un parteaguas en la vida pública. Tal vez lo logre, aunque todavía ignoremos los efectos de sus acciones políticas que nos siguen influyendo. 
Hubo otro texto que se suma a los anteriormente citados y significó una de las grandes críticas durante este sexenio, a manera de continuación de un libro publicado en los ochenta, Roger Bartra advertía de un regreso a la jaula de la melancolía y lo que consideraba una “regresión” o “restauración del Viejo Régimen” orquestado por el presidente y sus adeptos. Lo veía imposible porque la sociedad de los ochenta era ya muy diferente a la actual, y las condiciones que hicieron ese cambio generacional llevaron al presidente al triunfo en las urnas y habrían de exigir que los ideales no se traicionaran. No sé si sea posible una vuelta a la jaula de la melancolía, ese sentimiento de que los mejores tiempos fueron mejores y habría que rescatarlos, por más que siga siendo atractiva, sobre todo a menos de un año de que las cosas irremediablemente cambien bajo la sombra de un nuevo caudillo, que desde el retiro habrá triunfado al cimentar el camino hacia la hegemonía.

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